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Croupier cara de tambor

Tres medidas de Gordon's, una de vodka, media de Kina Lillet. Agítese muy bien hasta que esté helado, y añádase una fina corteza de limón. Así nada más, querido croupier. Déjeme aquí enseguida su credencial, por favor, es necesario identificarse antes de donar sus órganos a esta fundación caritativa. Ande, prepare a continuación la bebida que le he pedido. No se entretenga mirando mi moño. Ya sé, es horrible ser un señor, pero ni modo tenemos que soportar la calidez de los abrazos y las tarjetas de presentación. Como diría un buen amigo mío: "El microondas es el nuevo género de minificción". Yo no sabía muy bien a qué se dedicaba, joven croupier, pero lo sospechaba, su apariencia febril era un claro signo de la inconformidad. Tenía zapatillas de obrero y un casco anaranjado. Nos quería engañar a todos con sus frases elaboradas sobre la mercancía y la plusvalía. Nadie en la fábrica había leído jamás un volante marxiano hasta que ese sujeto se apareció frente a nosotr

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